Juan y Luz disfrutaban en la
playa de un apacible día de descanso. Se conocieron unos años atrás, aunque juntos
no llevaban mucho tiempo. En la arena se bronceaban bajo el sol, cogidos de sus
manos. Estaban totalmente solos, era un lugar aislado. Habían descubierto que eran
el uno para el otro. Se notaba la felicidad que les invadía nada mas verlos. Solo
una cosa enturbiaba su alegría, el esposo de ella era también el mejor amigo de
Juan. La clandestinidad de su relación, no era en absoluto agradable. Escogían
lugares muy apartados de su residencia para verse y tenían mucho cuidado en no dejar
pistas sobre su amor.
Los tres trabajaban para la
misma empresa y aprovechaban las ausencias del marido para estar a solas.
Hoy Ernesto se encontraba de
viaje, tenían todo el fin de semana para ellos. Pensaban que él no sabía nada
de su amor. Habían decidido contarle lo que sentían el uno por el otro y los
planes de la chica de romper su relación matrimonial.
Luz dijo que iba a bañarse.
Le gustaba nadar, adentrarse en el mar y sentir la paz del silencio que allí la
envolvía. Juan conocía este deseo y le dejaba que disfrutara sola de esos
momentos.
Una vez lejos del ruido se
paró y mirando hacia el cielo dejó que su cuerpo se relajase totalmente.
Escuchó el sonido de una moto
acuática, volviéndose rápidamente vio como se echaba sobre ella sin darle
tiempo a nada. Fue un golpe seco, falleciendo en el acto por el fuerte impacto
en su cabeza.
La lancha de salvamento la
llevó hasta la orilla. Juan la abrazó, llorando desconsoladamente. No se
explicaba que había pasado y al verla inmóvil en el agua avisó a emergencias.
Ernesto llegó a la cueva y
una vez dentro escondió la moto. No le había sido difícil robarla, quizá menos
que encontrar este apartado lugar. Aquí probablemente su crimen se ocultaría
para siempre.
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