miércoles, 7 de noviembre de 2012

El polvorín


                                  

 

A lo lejos se veía el resplandor de las baterías que de forma permanente golpeaban las líneas enemigas. Me encontraba unos kilómetros atrás, protegiendo un establo que utilizábamos como improvisado polvorín. Un cabo y cinco soldados éramos la dotación dispuesta para su defensa.

A la una relevé en la trinchera cerca del camino que conducía a nuestra posición. Era noche cerrada, no había apenas luz. Mi mente se entretenía con los recuerdos. El sonido de las explosiones se confundía en mi cabeza y ya apenas le prestaba atención. Recordé el campo, con los olivos rodeándome y la paz; como me gustaba esa sensación de tranquilidad.

De repente volví a la realidad. El horizonte estaba teñido de negro y el silencio era absoluto. Agarré el mosquetón y apunté.  Creí escuchar pasos. Mi dedo en el disparador, el corazón acelerado quería escapar de mi pecho.

El miedo me tenía paralizado. A mi izquierda algo se movió, las andanadas de la artillería se reanudaron y fue cuando disparé. Escuché el cuerpo al desplomarse y me dije a mi mismo que no acabarían conmigo. Grité pidiendo ayuda a la vez que derribaba a otra de las sombras que se acercaba. Abatí a los dos siguientes muy cerca.

Sabía que el cuerpo a cuerpo era inevitable y con la bayoneta calada esperé el ataque. Con toda mi fuerza clave el arma en el estómago de mi enemigo.

Caído sobre mí, dijo sus últimas palabras – Arturo, cabrón-. Me quede inmóvil, la sangre empapaba mi ropa. Otra vez el silencio y así el cansancio termino por vencerme.

Desperté con el alba.  Unas voces llegaban cercanas a mis oídos. Un soldado con una cruz roja en su brazo tras examinarme dijo -¡Aquí hay uno vivo!-

Formaban parte de mi ejército. Se dirigían al frente a reforzar las posiciones, el enemigo huía descontroladamente. Enterraron a los muertos, no hicieron muchas preguntas. Dieron por hecho que nos habían atacado y que yo había resistido heróicamente.

Me condecoraron por aquello. Quiero convencerme de que todo ocurrió como ellos imaginaron.

jueves, 26 de enero de 2012

Una moto acuática.



                                                               



Juan y Luz disfrutaban en la playa de un apacible día de descanso. Se conocieron unos años atrás, aunque juntos no llevaban mucho tiempo. En la arena se bronceaban bajo el sol, cogidos de sus manos. Estaban totalmente solos, era un lugar aislado. Habían descubierto que eran el uno para el otro. Se notaba la felicidad que les invadía nada mas verlos. Solo una cosa enturbiaba su alegría, el esposo de ella era también el mejor amigo de Juan. La clandestinidad de su relación, no era en absoluto agradable. Escogían lugares muy apartados de su residencia para verse y tenían mucho cuidado en no dejar pistas sobre su amor.
Los tres trabajaban para la misma empresa y aprovechaban las ausencias del marido para estar a solas.
Hoy Ernesto se encontraba de viaje, tenían todo el fin de semana para ellos. Pensaban que él no sabía nada de su amor. Habían decidido contarle lo que sentían el uno por el otro y los planes de la chica de romper su relación matrimonial.
Luz dijo que iba a bañarse. Le gustaba nadar, adentrarse en el mar y sentir la paz del silencio que allí la envolvía. Juan conocía este deseo y le dejaba que disfrutara sola de esos momentos.
Una vez lejos del ruido se paró y mirando hacia el cielo dejó que su cuerpo se relajase totalmente.
Escuchó el sonido de una moto acuática, volviéndose rápidamente vio como se echaba sobre ella sin darle tiempo a nada. Fue un golpe seco, falleciendo en el acto por el fuerte impacto en su cabeza.
La lancha de salvamento la llevó hasta la orilla. Juan la abrazó, llorando desconsoladamente. No se explicaba que había pasado y al verla inmóvil en el agua avisó a emergencias.

Ernesto llegó a la cueva y una vez dentro escondió la moto. No le había sido difícil robarla, quizá menos que encontrar este apartado lugar. Aquí probablemente su crimen se ocultaría para siempre.

domingo, 1 de enero de 2012

El bosque.



A las 20´00h. dieron la voz de alarma. Jordi un niño de cinco años había desaparecido en el bosque. La noticia corrió como la pólvora de boca en boca. De inmediato la policía se dirigió hacia el lugar. Aunque era verano no tardaría en faltar la luz, así que era necesaria una pronta intervención. La madre del pequeño entre sollozos indicaba el lugar donde lo había visto por última vez.
La gente comenzó a buscar cada uno por su lado, llegando la noche. Se decidió entonces formar hileras y avanzar entre los ya poco visibles árboles. Yo me encontraba junto a ellos cuando se dio la orden de empezar. A izquierda y derecha podía ver a otras personas.
Fuimos avanzando, a cada paso el bosque se hacia mas oscuro. Mi linterna comenzó a fallar. Noté que el terreno se alzaba, cuando quise darme cuenta no había nadie a mis costados.
La Luz termino por extinguirse. Ya ni la luna tapada por nubes me guiaba. Noescuchaba ningún ruido, solo el del calzado al hacer crujir las ramas secas. Mi suertedisminuía según iba moviéndome. No sabía si avanzaba o retrocedía. Entonces algo
increíble me sucedió.
Ví a un grupo de personas, que se dirigían hacia donde yo me encontraba. Según seacercaban mi incredulidad iba en aumento. Eran cuatro hombres vestidos con sayos blancos, con una cruz roja en el pecho. Una luz les envolvía haciéndoles parecer lo que yo creo que eran, seres de ultratumba. El que parecía mayor me miro y en el aire se escucho una voz.
-antes de que acabe el tiempo regresara nuestra orden. Portaremos las reliquias del pasado, que harán aparecer a los santos.- la voz se difumino en el aire y prosiguieron la marcha. Cuando me dieron la espalda me gire. El último de los hombres llevaba un niño
de la mano. Me miró, sonrió y señalando con su dedo dijo – El camino es por allí- de repente desaparecieron, como si se fundieran en el paisaje.
Fui hacia donde me indico el crío. A los pocos minutos apareció un helicóptero en el cielo y un potente foco me saco del bosque. Una vez en el puesto de mando, se escucho por los equipos que el niño había sido localizado. Se encontraba en una masia a un par de kilómetros de donde estábamos, sin ningún rasguño aparente.
Fui a verle, al centro medico donde le trasladaron. No recordaba nada de lo que había pasado, estaba muy tranquilo. Me dejaron unos segundos a solas con el. Me miró y me dijo bajito- muy pronto volverán -.






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