martes, 11 de junio de 2013

El mensaje.


 

 

Sentado frente a la pantalla leía un mensaje de esos que tanto me entusiasman:

“Mándalo a diez amigos o sufrirás un terrible accidente”.

Paso mucho de estas cosas así que hice caso omiso.

Me levanté para ir al baño, no sin antes comunicarlo en todas las redes sociales que tenía abiertas.

En el pasillo que se encontraba recién encerado, resbalé.

Caí al suelo, golpeando mi cabeza en la pared.

Quedé inconsciente, no sé cuánto tiempo.

Al despertar a unos diez metros de donde me encontraba, una manada de leonas tras percatarse de mi presencia se dispusieron a darme caza.

El terror paralizó mis pies, pero no mis manos. Cogí una botella de whisky (al que soy muy aficionado) y lanzándolo contra el suelo lo llené de cristales. Los animales al sentir los cortes en sus pezuñas huyeron despavoridos.

Miré al cielo para agradecer la ayuda y pude ver una gigantesca montaña que se alzaba ante mí.

Cerca había una bobina de hilo.

Trencé con ella una soga de quinientos dos metros, la altitud de la pared y un trozo que dejé para un nudo corredizo.

Con fuerza lancé la cuerda, una y otra vez. Fallé unas treinta y siete veces, Un grupo de animadoras se colocaron a mi espalda, coreando consignas para alentarme. Por fin el lazo llegó a lo más alto. Atrapé sin querer el cuello de un águila real que por allí pasaba. El animal al sentirse atrapado levanto el vuelo, arrastrando la cuerda. Yo fuertemente agarrado me alce también.

Cuando llevábamos miles de kilómetros de viaje, vi un lago y pensé que sería un buen sitio para amerizar.

Soltándome empecé a descender planeando, pude leer un cartel donde estaba escrito “Lago Ness”.

 

En el agua nadé hacia la orilla. Cuando apenas me quedaban dos días para llegar, un monstruo gigantesco emergió del fondo.

Abrió su inmensa boca y de un solo bocado me engulló entero. El trayecto parecía largo y pensé que acabaría en alguno de sus estómagos como así ocurrió. Durante el viaje encontré un portátil. Tenía suficiente batería para poder conectarme y pude poner en Factbook me gusta a dos comentarios y subir tres fotos transcendentales para el desarrollo de la vida sobre la tierra.

-Anda es el cumpleaños de María de las Mercedes Pholithikos korruptinos - (me dije a mi mismo). Le mandé una felicitación.

Cuando llegué al final, aquel lugar parecía un inmenso acuario. Dejé el ordenador sobre una estantería y busqué una salida.

No se me ocurría nada y entonces me encontré un pez sierra y un pez globo.

Con el primero hice un boquete en la tripa del animal, hasta que alcance a ver la luz del día.

El segundo lo llené con los gases que desprendían las aguas estancadas, inflándolo.

 

Aprovechando que el monstruo estaba dormido escapé flotando de nuevo.

No llegué muy lejos. Al pez solo le tapé la boca, así que perdía gas por alguno de sus otros agujeros.

Caí de nuevo en el agua, entre un banco de voraces pirañas muertas de hambre.

 Nadé entre los cadáveres alcanzando por fin la orilla.

Ya en tierra tras secar y planchar mi ropa, busqué un camino entre la arboleda.

Di vueltas en cuadrado, regresando una y otra vez al mismo sitio.

Decidí cansado de dar vueltas poner remedio al laberinto. Llamé por el móvil a un grupo de leñadores.

Llegaron en unos minutos. Eran siete y muy bajitos. Fumaban unos cigarros que desprendían un fuerte olor, no paraban de reír.

Rápido acabaron con todos los árboles, por lo que pude continuar mi camino.

Comencé a notar frío, saqué un polar.

Me encontraba en un lugar rodeado de hielo. Con mi moto de nieve recorrí aquel paraje helado.

Escuchaba aullar a los osos y temí que también quisieran tomarme de alimento (una voz me apunto que los osos no aúllan, estos si). Un tremendo estruendo se escuchó. Miré atrás y lo que vi coaguló mi sangre. Unos cien plantígrados blancos montados en caballos negros, me perseguían. Con sus rayos láser intentaban neutralizarme, pero con mi campo de fuerza los repelía.

Viendo que no iba a poder escaparme de ellos paré y prendiendo fuego a unos troncos derretí con el calor todo el hielo.

Todos perecieron ahogados y yo pude escapar en mi moto que también era acuática.

Me encontraba muy solo en aquel océano, cuando apareció una embarcación de troncos.

Subí a bordo en el ascensor.

El capitán era un tipo muy agradable, me presentó a sus ayudantes.

Realizaban un crucero por el mediterráneo. Prometieron dejarme sano y salvo en la primera parada que realizaran. Para pasar el tiempo hasta llegar a puerto bajé al casino. Jugando a la ruleta conseguí un millón de euros. Tras pagar a hacienda el resto lo doné a una ong de políticos anónimos.

Noté que llegábamos a mi destino final. Fui a bajar del barco cuando me encontré en el pasillo de mi casa. Un fuerte dolor en mi cabeza me hizo recordar el golpe. Me levanté del suelo y entré en el baño. Tenía un tremendo chichón.

Regresé al escritorio. En mi pantalla el amenazante mensaje. Copié, envié y compartí. No, no creo en estas cosas, pero este lo mandé, vamos que si lo mandé.

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